Blanco, su rostro era blanco.
Hay una cara vacía en mi comedor de diario.
Al pasar a su lado, me paralizo.
El rostro blanco no sale de su escondrijo.
Su mirada es fría, devastadora,
como si recordara una escena conmovedora
de penas ligeras y tiempos ajenos,
de abrazos ausentes y gélidos recuerdos.
Si abro el gran ventanal que mira al horizonte,
siente el avallasador deseo de salir;
la mascara del invierno... tan desoladora.
Y si llega el sol al comedor, el rostro cambia.
Ya no es invierno y ahora es primavera.
El rostro que modifica la dirección del viento,
¡siembra el florido campo y cambia mi estación!
Hay una cara vacía en mi comedor de diario.
Al pasar a su lado, me paralizo.
El rostro blanco no sale de su escondrijo.
Su mirada es fría, devastadora,
como si recordara una escena conmovedora
de penas ligeras y tiempos ajenos,
de abrazos ausentes y gélidos recuerdos.
Si abro el gran ventanal que mira al horizonte,
siente el avallasador deseo de salir;
la mascara del invierno... tan desoladora.
Y si llega el sol al comedor, el rostro cambia.
Ya no es invierno y ahora es primavera.
El rostro que modifica la dirección del viento,
¡siembra el florido campo y cambia mi estación!