Me siento en la ribera de este poema.
Me trasforma,
corrompe mis ideas,
extiende todo de ellas,
mastica mis sueños
y vomita mis palabras
de una manera tan elocuente
que de mis labios emanan.
Esta transfiguración,
que divulga el corazón,
es más verdadera
que la espera del nuevo día.
Ya no logro cerrar los ojos
y dejarme sosegar
por la brisa salina
ni la inmensidad del mar.
Desde lo lejos, logro divisar,
el astro divino de la antigua creación
que ante mis palabras pareciera
descender y desaparecer
como en una ensoñación.
Brotan desde sus brazos,
un canto sereno,
un sueño enfermizo,
un susurro distinto
que mis pensamientos no logran reconocer.
La melodía que a mis oídos llega
me enveleza de una manera
poco perspicaz, casi infernal;
una canción que no logro descifrar.
Y si me inclino al horizonte
ya casi lo puedo percibir,
como las intensas olas bajo mis pies
y la noche sobre mi.
Absorta e inmersa en la sensación,
en la enajenada contemplación
de mi mundo interior,
descubro el propósito de esta visión.
Así es, sentada yo estaba,
Así es, sentada yo estaba,
en la ribera de este poema,
esperando el resplandor,
el alba naciente y la vibrante melodía
de ese anhelado amanecer.
1 comentarios:
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